sábado, 28 de noviembre de 2009

ST. PAULI


Hamburgo siempre ha destilado un cierto aroma libertario, completamente ajeno a la tradicional rectitud y formalidad alemanas. Con su importante puerto marítimo (el segundo más grande de Europa tras el de Rotterdam), la ciudad hanseática siempre ha sido marco del lógico ir y venir de barcos, marineros y personajes variopintos venidos de cualquier parte del mundo, que han ido conformando históricamente el carácter abierto y desenfadado de la ciudad. Además, el intenso comercio marítimo ha sido a lo largo de los años una generosa fuente de riqueza para Hamburgo y sus gentes, ayudando a construir una ciudad elegante, moderna y cosmopolita como pocas en Alemania.

Pero paralelamente, y casi de espaldas a la versión “guapa” de Hamburgo, el distrito de Sankt Pauliofrece una versión quizá más cruda y descarnada de las realidades de una ciudad portuaria. Creado de la nada con el nacimiento del siglo XVII para dar cobijo a todas aquellas gentes y actividades traídas o generadas por el tráfico marítimo que no eran del gusto de la refinada población de la urbe, Sankt Pauli fue modelando su propia personalidad al margen de la ciudad que le había dado vida, casi a modo de gueto. Su fama fue extendiéndose por todo el mundo, recibiendo miles y miles de visitantes (algunos tan ilustres como los embrionarios The Beatles) y dando lugar a uno de los distritos más inquietos y particulares del país germano. Y así sigue hoy, cuatro siglos después, convertido en un símbolo del desenfreno y la ausencia de normas. Como un oasis en la cuadriculada Alemania.

Como no podía ser de otra manera, un fiel reflejo de la particularidad de este singular barrio lo encontramos en su equipo de fútbol, el FC St. Pauli, un caso sin igual en toda la vieja Europa. Fundado en 1910, el St. Pauli nunca ha sido un equipo destacado en Alemania, y son contadas las ocasiones en las que ha conseguido codearse con los grandes del país. La curiosa y original camiseta marrón de los “piratas del Elba” sólo ha sido defendida en siete ocasiones en la máxima categoría del fútbol alemán, la última en la campaña 2001/02.

Pero no es por sus éxitos o por su sala de trofeos por lo que el FC St. Pauli es un equipo tan especial. Llenar tu estadio con más de 15.000 espectadores jugando en la tercera categoría del país (Regionalliga Nord) no es algo que esté al alcance de cualquier club. El Millerntor-Stadion hace tiempo que no presenta huecos de cemento en sus gradas. En su lugar, la fiel hinchada del segundo equipo de Hamburgo abarrota un animado graderío, que engalana con banderas piratas (adoptada por el club de manera oficial) y símbolos antifascistas o de izquierdas, signos tan distintivos del club como su propio escudo.

Guarida de prostitutas, reducto de movimientospunk y okupa, hogar de los estibadores del puerto y morada de gente joven y de clase trabajadora, la singularidad del distrito de Sankt Pauli queda bien patente en su equipo de fútbol. Identificado con unos ideales más propios del amateurismo que del fútbol profesional, el FC St. Pauli se convirtió a partir de su primer y fugaz ingreso en la elite en 1977, en plena eclosión mundial del punk, en todo un símbolo cultural y social. No fue impedimento para que los problemas financieros asolaran al modesto equipo hamburgués en la década de los 80, obligándole a purgar sus carencias económicas en categorías inferiores. Viviendo al día, con lo puesto. Como un integrante más de la clase obrera a la que aglutina.

Pocos clubes en el mundo tienen la claridad de ideas suficiente como para declararse pública y abiertamente antifascistas, antiracistas, antisexistas y antihomófobos. El FC St. Pauli y sus fans pasean sus ideales con orgullo. Pocos estadios europeos acogen a un número tan elevado de mujeres en sus gradas como el Millerntor, y juraría que ningún presidente de un club de fútbol de primer nivel ha reconocido públicamente su homosexualidad. Corny Littman, cabeza visible del FC St. Pauli, defiende sin pudor, en un ambiente tan hostil en ocasiones como el del fútbol, su condición sexual.

Con este marco tan particular, casi antisistema, no es de extrañar que el pasado año se celebrara en Sankt Pauli, con el club local como anfitrión, la conocida como FIFI Wild Cup, una suerte de campeonato del mundo alternativo disputado al margen del Mundial de la FIFA de Alemania, que enfrentó a los equipos de Groenlandia, Zanzíbar, Gibraltar, Tíbet y la República Turca del Norte de Chipre, además del organizador, “vestido” para la ocasión de República de Sankt Pauli, aunque compitiendo bajo los colores y el escudo del popular club. Una muestra más de las inquietudes socio-culturales de un club que va más allá del mero deporte.

En la recientemente terminada temporada, el FC St. Pauli ha conseguido el ascenso de categoría, por lo que en la campaña 2007/08 podrá medirse a históricos rivales, como el Fc Köln, el Borussia Mönchengladbach o el Kaiserslautern. Poniéndome en la piel de estos, no sé qué me impresionaría más, si saltar al Allianz Arena o al Olímpico de Berlín, o hacerlo al pequeño Millerntor con las estruendosas campanadas iniciales del Hell’s Bells” de AC/DC como particular bienvenida.


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